Alejandro Mendoza se detuvo en seco. La lluvia en Polanco caía con tanta fuerza que parecía que el cielo quería limpiar la ciudad entera. Por un momento pensó que había imaginado la voz, pero ahí estaba: una niña pequeña corriendo hacia él con su cartera de piel italiana en las manos, empapada de pies a cabeza.
—Gracias, pequeña —murmuró Alejandro, extendiendo la mano para tomarla.
Cuando sus dedos se rozaron, sintió lo frías que estaban las manos de la niña. Su ropa estaba sucia y mojada, el cabello oscuro pegado al rostro, pero sus ojos brillaban con una luz que ni la tormenta podía apagar. No podía tener más de diez años.
—¿Estás bien? —preguntó Alejandro, arrodillándose para quedar a su altura. El agua fría del charco empapó sus pantalones de marca, pero no le importó.
—¿Estás temblando, Sofía? Ven acá —llamó una mujer desde las sombras.
Alejandro levantó la vista y se quedó sin aliento. La mujer era hermosa, pero no de la manera artificial que él conocía. Su belleza era real, como la de un amanecer después de una tormenta. Su ropa era sencilla, jeans y suéter, pero su mirada era fuerte y protectora.
—Perdón si la molestó —dijo la mujer, primero en español y luego en inglés al ver el traje de Alejandro.
—No me molestó —respondió Alejandro en español—. Me ayudó más de lo que sabe.
—Soy Carmen —se presentó, poniendo la mano en el hombro de la niña—. Ella es Sofía.
—Alejandro —dijo él, poniéndose de pie mientras el agua le escurría del cabello—. ¿Viven por aquí?
Carmen dudó antes de responder, pero finalmente asintió.
Sofía se acercó más a Alejandro, sin miedo a la lluvia.
—Mi mamá dice que los ángeles vienen cuando más los necesitas —susurró la niña mirándolo directo a los ojos—. ¿Eres tú mi ángel?
La pregunta lo sacudió. Él, que tenía todo, nunca había ayudado a nadie. Y ahí estaba, una niña que no tenía nada, devolviéndole su cartera sin esperar nada a cambio.
—Sofía, no molestes al señor —dijo Carmen, tomando la mano de la niña—. Tiene prisa.
—No tengo prisa —mintió Alejandro—. Y ella no me molesta.
Carmen lo estudió con desconfianza. Había aprendido a leer a la gente rápidamente en su trabajo social, pero algo en este hombre la inquietaba y la intrigaba a la vez.
—Deberíamos irnos. Gracias por ser amable con ella.
—Espera —dijo Alejandro, quitándose el saco y ofreciéndoselo a Sofía—. Vas a enfermarte con esta lluvia.
—No podemos aceptar eso —dijo Carmen de inmediato.
—No es caridad —explicó Alejandro—. Es gratitud.
Sofía tomó el saco antes de que su madre pudiera detenerla. Le quedaba enorme, pero sonrió como si le hubieran dado el mejor regalo del mundo.
—Gracias, señor ángel —dijo la niña.
Carmen suspiró, resignada, y comenzó a alejarse bajo la lluvia. Alejandro sintió una extraña desesperación de no querer perderlas de vista.
—Vengo a este parque todos los días a las cinco, por si… quieren devolverme el saco.
Carmen asintió sin comprometerse y se fue con Sofía. Alejandro se quedó parado ahí, empapado y sin saco, viendo cómo desaparecían en la oscuridad. Por primera vez en años, había olvidado por completo su reunión de negocios.
Durante los siguientes días, Alejandro no pudo concentrarse en nada. Su asistente notó su distracción, pero él solo pensaba en la niña de ojos brillantes y la mujer de mirada fuerte. El viernes, su paciencia fue recompensada.
—¡Es él! —gritó Sofía, corriendo hacia Alejandro con el saco limpio y planchado.
Carmen se acercó con cautela, pero Alejandro la recibió con una sonrisa sincera.
—¿Por qué vienes aquí todos los días? —preguntó Sofía, sentándose junto a él en la banca.
Alejandro dudó antes de responder.
—Porque aquí me siento más yo mismo.
Carmen notó la sinceridad en su voz y se sentó, aunque mantuvo distancia. Poco a poco, la conversación fluyó. Supo que Alejandro era empresario en telecomunicaciones, que no tenía familia. Supo que Carmen era trabajadora social y que Sofía era su hija del corazón, la hija de una vecina que falleció y que ella no pudo dejar sola.
—¿Quieres ser nuestro amigo? —preguntó Sofía de repente—. Los amigos no están solos.
Alejandro sintió un nudo en la garganta. Hacía años que nadie le ofrecía amistad sin querer algo a cambio.
—Me encantaría ser su amigo —respondió.
Desde entonces, cada viernes se encontraban en el parque. Alejandro llevaba libros para Sofía, café para Carmen, y poco a poco, las barreras fueron cayendo. Carmen le contó de sus estudios nocturnos de derecho, de sus sueños y miedos. Alejandro escuchaba, sin juzgar, sin presumir.
Un día, Carmen recibió la peor noticia: su apelación de residencia había sido rechazada. Tenía 30 días para abandonar el país. Desesperada, llamó a Alejandro. Él llegó de inmediato, con su abogado en videollamada.
—Podemos pedir una suspensión, pero no hay garantías —explicó el abogado.
—Hay otra opción… el matrimonio con un ciudadano mexicano resolvería todo.
Carmen se sonrojó furiosa.
—No me casaré solo por papeles.
—¿Y si no fuera solo por papeles? —preguntó Alejandro—. Carmen, tú y Sofía son lo más importante en mi vida. Te amo.
Carmen se quedó muda. También sentía lo mismo, pero tenía miedo de depender de alguien. Alejandro la tomó de las manos.
—No dependas de mí. Vamos a depender el uno del otro.
Esa noche, Carmen fue a la oficina de Alejandro a devolverle unos documentos y escuchó una conversación telefónica:
—Sí, sé que la imagen es extraña. Un billonario casándose con una trabajadora social, pero a veces estas cosas ayudan…
El corazón de Carmen se rompió. Decidió irse de México con Sofía, aunque eso significara empezar de cero.
La noche antes de partir, Alejandro llegó empapado, rogando que le diera cinco minutos.
—No escuchaste toda la conversación —dijo, mostrando documentos que probaban que había creado un fondo de ayuda legal para inmigrantes, inspirado por Carmen.
—He cambiado mi vida por ti. No quiero que me ames por lo que tengo, sino por lo que soy ahora, gracias a ti.
Carmen lloró. Por fin se permitió confiar. Sofía los abrazó a ambos.
—¿Esto significa que Alejandro va a ser mi papá?
—No hay nada que quiera más —respondió Alejandro.
Dos días después, se casaron en una pequeña oficina del registro civil, con Sofía como testigo. Alejandro no solo ganó una esposa, sino la hija que siempre soñó.
Los meses pasaron. Carmen terminó su carrera de derecho y abrió una clínica legal para inmigrantes, con el apoyo de Alejandro. Él transformó su empresa para enfocarse en proyectos sociales y creó la Fundación Sofía, que ayudaba a familias como la suya. Sofía creció feliz, rodeada de amor y libros; pronto llegó Miguel, su hermanito.
Un año después de su boda, celebraron una ceremonia religiosa con ambas familias. Los padres de Carmen viajaron desde El Salvador, los de Alejandro desde Europa. La familia creció, las diferencias se desvanecieron y el amor fue lo único que importó.
Tres años después, la familia Mendoza caminaba bajo la lluvia por el Parque de los Ángeles, el mismo donde todo comenzó. Sofía, ahora de quince, empujaba la carriola de Isabela, la más pequeña. Miguel corría adelante, saltando en los charcos, mientras Alejandro y Carmen caminaban tomados de la mano.
—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó Carmen.
—El día en que una niña devolvió una cartera y cambió el destino de una familia —respondió Alejandro.
Se sentaron en su banca favorita, ahora con una placa que decía: “A las familias que se forman en momentos inesperados. Fundación Sofía”.
—¿Crees que los ángeles existen? —preguntó Sofía.
—Sí —dijo Carmen, mirando a su familia—. Y a veces, los ángeles llegan cuando más los necesitas… y se quedan para siempre.
Mientras la lluvia caía suavemente, la familia Mendoza supo que su historia apenas comenzaba. Porque a veces, los pequeños actos de bondad pueden cambiar el mundo, una vida a la vez.
News
Univision se llena de alegría por el compromiso de su querido conductor
Elián Zidán, periodista destacado de Noticias Univision, acaba de dar un paso muy importante en su vida personal al casarse…
La madrastra le arrojó leche a la niña… Entonces el millonario gritó: “¡BASTA!”
El corazón de Richard Whitman latía con fuerza mientras el taxi se detenía frente a su casa de dos pisos en los…
Don Pedro Rivera anuncia que será papá a los 81 años: “Todavía doy la hora y la dinastía Rivera sigue creciendo”
La dinastía Rivera vuelve a ser noticia, pero esta vez no por escándalos ni por lanzamientos musicales, sino por una…
La desgarradora verdad que hizo llorar a la pareja de Canelo frente a todos
Las cifras, los autos, los jets, los relojes que superan los salarios de una vida entera. Pero en 2025, el…
Turista desaparecido en los bosques de Ketchikan — hallado en una cabaña abandonada en un árbol 9 años después
En agosto de 2022, dos trabajadores en los bosques de Alaska se toparon con una vieja cabaña que había crecido…
Ella desapareció con el camión y 40 toros —7 años después, una sonda de petróleo perfora esto en…
En septiembre de 2016, una mujer llamada Marta Luz Zambrano desapareció sin dejar rastro. Llevaba consigo 40 toros, un camión…
End of content
No more pages to load