Parte 1: En el tribunal y más allá

El edificio judicial no tenía alma. Muros grises, pasillos sin ventanas, puertas que clausuraban más de lo que abrían. En el segundo piso del Juzgado Civil Nº 3, la sala siete devoraba la vida de una familia modesta que se aferraba a un último reducto de estabilidad. Mariana Campos, temblorosa y con un vestido azul apagado, sostenía un sobre lleno de papeles arrugados. A su lado estaba su hijo, Tiago, de once años, mochila de un solo tirante, ojos observadores.

Nada de lo que siguió sería lo que esperaba el tribunal. El expediente señalaba una ejecución de deuda hipotecaria por un crédito incobrable. Mariana no tenía abogado; la inmobiliaria Terrasol S. A. sí. El juez, impávido, quiso que continuara. Pero fue Tiago quien se levantó en silencio. Se puso de pie y pidió, en nombre de su madre, intervenir. “Soy el abogado de mi mamá”, declaró solene y sin titubeos. Algunos se rieron; otros lo observaron incrédulos. Pero cuando citó artículos del Código Civil, el silencio se apoderó de la sala. El juez, bajando sus lentes, ordenó un receso.

Al preguntarle en privado, Tiago desplegó su libreta azul. Con letra minúscula, ordenada, había plasmado fechas, nombres, referencias legales, documentación incomprensible para muchos. Su madre, que trabajaba limpiando oficinas, había perdido su empleo en 2020. Estaba en un crédito que supuestamente había sido cedido dos veces: una cesión irregular y otra a una empresa fantasma. El juez, conmovido, comprobó que la demanda carecía de base legal. Ordenó suspender el desalojo hasta que se verificaran las cargas. Mariana lloró de alivio. Tiago, sin mirar a su madre, miraba al juez con determinación.

Al salir de la sala, los pasillos parecían menos opresivos. Mariana, temblorosa, le preguntó bajito: “¿Por qué hiciste eso?”. Él respondió con la misma calma: “Porque nadie más lo haría, mamá. Si nos iban a sacar, al menos quería que me escucharan”.

Días después, un acta filtrada con la frase “Yo soy el abogado de mi mamá” corrió por redes. Un periodista la descubrió y vio algo diferente: no era un niño callado, sino alguien que sabía usar su voz. Lo que siguió fue un reportaje conmovedor que transformó la historia de Mariana en símbolo de resistencia y justicia.

Pero el poder de la verdad apenas comenzaba. Tiago regresaba todos los días a casa con nuevos papeles, esquemas y referencias legales. Áreas reglamentadas, rezonificación urbana y un proyecto llamado “Altos del Parque Dos” que incluía el terreno de su casa. En esos planos, aparecían nombres como Fernández y Ordóñez, quienes recientemente habían declarado en la tele que “el sistema financiero debe protegerse de los malos pagadores”. Ella y otros señalaban transeúntes desde su ventana. Tiago estaba terminando de leer otro archivo. Su lucha apenas empezaba.


Parte 2: Renacimiento y justicia (~1,250 palabras)

La tarde en que salió el reportaje, Mariana sintió que el aire se volvía más ligero. La comunidad, enterada, comenzó a ofrecer apoyo: mercaditos solidarios, abogados voluntarios, gente que llevaba comida, pañales, cariño silencioso. El caso de una mujer humilde y su hijo, enfrentándose al poder económico con valentía y voz, los inspiró.

Tiago, por su parte, no dejó de tomar notas. Estudiaba los planos mencionados, indagaba en las propiedades aledañas y descubrió que Altos del Parque Dos era un megaproyecto de lujo planeado por Fernández y Ordóñez. La casa de su madre estaba dentro del perímetro previsto para una torre de departamentos de alto costo. Y no es coincidencia: esa inmobiliaria fantasma era propiedad de Ordóñez. Un mecanismo para desplazar vecinos y ganar terreno. Tiago comprendió que la ejecución de deuda no era un accidente ni un procedimiento técnico: era una expulsión disfrazada de ley.

Con ayuda de un abogado local y la comunidad que se había movilizado, presentaron una demanda de nulidad contra esa cesión irregular. Tiago compartía la libreta, los nombres, pruebas urbanísticas, declaraciones de vecinos interrogados, horarios de proyectos, fotos de obras. Cada página demostraba que aquella ejecución era una jugada enorme contra las personas vulnerables.

Las audiencias se convirtieron en espacio público. Periodistas, vecinos, estudiantes universitarios, llegaron a escuchar. El juez, conmovido por la transparencia del proceso y la lucha honesta de una madre y su hijo, suspendió no solo el desalojo, sino también la rezonificación hasta que se revisaran los permisos de Altos del Parque Dos. La Asamblea local anunció una revisión de los proyectos urbanísticos y la protección de derechos a la vivienda.

Mariana y Tiago volvieron a su departamento con más seguridad que antes. No solo recuperaron su hogar, sino que habían abierto una puerta para muchos. Tiago compartió su libreta con sus compañeros de clase y profesores, y junto a ellos, organizó un club donde los niños aprendían a leer las leyes: asunto cívico leído desde el barrio.

Un año después, su mamá consiguió un trabajo estable y Tiago se convirtió en referente juvenil. En una ceremonia municipal, recibió un reconocimiento simbólico: “Por su valentía y defensa de la justicia social”. Él, con la libreta azul en la mano, dedicó una frase que representó todo lo vivido: “Hoy defendí mi casa y mi voz. El futuro será de quienes tengan el valor de seguir hablando”.