E PENSABA QUE ERA UNA SIMPLE AMA DE CASA, PERO RESULTÓ SER LA DUEÑA DE LA EMPRESA

Aquella mañana, la oficina ya estaba llena de actividad cuando un automóvil de lujo se detuvo frente al edificio. De él bajó una mujer de mediana edad, elegantemente vestida y con un maquillaje llamativo: la madre de Arga.
Detrás de ella venían las dos hermanas mayores de Arga, vestidas con ropas glamorosas, y un joven de unos veinte años —Andika, el hijo menor, malcriado y arrogante.

Entraron al vestíbulo caminando con total seguridad. Los empleados los miraban, algunos saludando con torpeza.
Arga ya los esperaba frente a la puerta de su oficina, sonriendo con cortesía.

Actuaban como si fueran los verdaderos dueños y fundadores de la empresa.
—“Mamá, hermanas, Andika… bienvenidos,” dijo Arga con respeto.

La madre sonrió satisfecha.
—“Ga, quiero que le busques un buen puesto a Andika en esta empresa. No puede seguir sin trabajo mucho tiempo. ¿Podrás arreglar algo para tu hermano?”

Arga asintió sin dudar.
—“Por supuesto, mamá. Lo colocaré en un puesto estratégico, acorde con nuestra familia.”

Las hermanas de Arga intervinieron con tono altivo:
—“¡Claro! No puede estar en un puesto bajo. Es el hijo menor de nuestra familia, debe ocupar una posición importante.”
—“Exacto. Con tu cargo actual, seguro puedes manejarlo. Nuestra familia debe mantener su prestigio.”

Andika sonrió con arrogancia, observando el edificio como si ya le perteneciera.

Sin querer, al dirigirse a la oficina de Arga, se cruzaron con una mujer del servicio de limpieza que estaba fregando el piso del pasillo.
Era Anisa.

Con su uniforme celeste, el cabello recogido con sencillez y el rostro sin maquillaje, estaba agachada limpiando una mancha de café. Cuando levantó la vista, sus ojos se cruzaron con los de ellos.

Por un instante, reinó el silencio. Luego, estallaron las risas.

—“¡Dios mío!” —gritó Ani, la hermana mayor, tapándose la boca—. “¿No es esa… Anisa?!”
—“¡Sí!” —respondió Ayu, la segunda—. “¡No lo puedo creer! Antes fingía ser la esposa de Arga, y ahora… ¡una simple limpiadora! ¡Jajaja!”

La madre de Arga se acercó, mirándola de arriba abajo con desprecio.
—“¿Qué haces aquí? ¿Limpiando pisos? ¡Qué vergüenza! Al final, este es tu lugar. No al lado de mi hijo.”

Andika también soltó una carcajada.
—“¡Santo cielo, los rumores eran ciertos! Fue expulsada de la casa y ahora limpia suelos. ¡Qué irónico!”

Anisa permaneció en silencio. Apretó el trapo entre sus manos temblorosas, incapaz de pronunciar palabra. Las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro.

Las hermanas de Arga siguieron burlándose.
—“¿Aún te atreves a venir aquí? ¿Piensas que puedes acercarte otra vez a Arga? No sueñes, Anisa. Eres una mujer sin valor. Ese uniforme demuestra quién eres realmente.”
—“Incluso otras limpiadoras son más respetables que tú. ¡Eres la vergüenza de la familia!”

La madre cruzó los brazos, con una mirada fría y arrogante.
—“Siempre lo dije: no eras digna de mi hijo. Y mírate ahora… el destino me da la razón. ¡Siempre fuiste una sirvienta!”

Andika dio un paso al frente con gesto insolente.
—“Si eres una limpiadora, entonces limpia mis zapatos. Se ensuciaron en el estacionamiento.”

Le puso el pie frente al rostro. Las risas estallaron.
—“Vamos, Nisa, ¿no es tu trabajo limpiar?” —se burló Ani.

Anisa tembló, pero tomó el trapo. Se inclinó y comenzó a limpiar los zapatos embarrados de Andika, mientras las carcajadas resonaban por todo el pasillo.

Algunos empleados observaban desde lejos. Algunos bajaban la cabeza avergonzados, otros reían por lo bajo, otros fingían no ver.

Cada movimiento del trapo hacía que las lágrimas cayeran más fuerte. Pero ella se contuvo.

De pronto, Ayu la empujó con el hombro.
—“¡Ni siquiera sabes agacharte bien, torpe!”

La madre levantó la voz para que todos escucharan:
—“¡Escuchen todos! Esta mujer fue una sirvienta en nuestra casa, la expulsamos porque robaba. ¡Y ahora trabaja aquí! Tengan cuidado con sus pertenencias.”

El pasillo se llenó de risas crueles.
Anisa solo bajó la cabeza, el rostro cubierto de lágrimas.

“Dios mío… soy la dueña de este edificio… la heredera de esta empresa… y me tratan como basura,” pensó entre sollozos.

En ese momento, el señor Darma, que salía de una reunión, vio la escena. Su rostro se tensó de rabia.
Pero Anisa, con los ojos hinchados, le hizo una seña: “No. No ahora. Aún no es el momento.”

El hombre apretó los puños, conteniendo su furia.
Quería gritarles la verdad, pero sabía que debía esperar.

La madre de Arga volvió a hablar, mirando a su hijo:
—“Ga, mira a tu exesposa. ¿No te parece que ahora está justo en su lugar?”
Arga la observó fríamente y sonrió con desprecio.
—“Déjala, mamá. No vale la pena. No quiero que nadie aquí sepa que alguna vez fue mi esposa. Me daría vergüenza.”

La risa volvió a estallar.
Anisa bajó aún más la cabeza, las lágrimas cayendo sobre el suelo mezcladas con el barro del zapato de Andika.

“Ríanse ahora,” pensó con el corazón endurecido.
“Humíllenme todo lo que quieran. Pero recuerden: cada humillación es una deuda… y algún día tendrán que pagarla. Cuando llegue ese momento, ustedes serán los que bajen la cabeza ante mí.”

La dejaron sola en el pasillo. Los rumores corrieron rápido, y más personas comenzaron a evitarla.

Esa noche, en su apartamento, Anisa lloró desconsoladamente abrazando a su hijo, Abraham.
—“Hijo mío… me humillaron, me pisotearon, en el edificio que en realidad nos pertenece. Pero te prometo, todo esto tendrá un propósito. Llegará el día en que la verdad salga a la luz, y ellos no podrán esconderse.”

El señor Darma, sentado a su lado, le puso una mano en el hombro.
—“Hija, si fuera por mí, esa familia ya estaría fuera de la empresa. Pero si decides esperar, seguiré tu plan. Solo te pido una cosa: no dejes que te destruyan. Eres demasiado valiosa para ellos.”

Anisa asintió con los ojos hinchados.
—“Puedo soportarlo, señor Darma. Porque sé… que pronto seré yo quien esté en la cima, mientras ellos se ahogan en su vergüenza.”

“Arga me dijo que ya presentó la demanda de divorcio. Solo falta el fallo del tribunal. Cuando sea oficial… les mostraré quién soy realmente.”

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