“El regreso inesperado”

Iván siempre había sido un hombre de principios. La vida no le había dado todo lo que deseaba, pero él nunca se rendía. Desde pequeño, su madre le enseñó que la esperanza era una fuerza poderosa, y él la abrazó como la brújula que guiaba su vida. Pero había algo que nunca logró superar: la desaparición de su padre.

Cuando Iván tenía cinco años, su padre salió una mañana como cualquier otra para ir a trabajar. Besó a su esposa en la frente, le guiñó un ojo a Iván y le dijo: «Sé bueno». Esas fueron las últimas palabras que escucharon de él. Nunca regresó. La policía investigó, los vecinos especularon, pero nadie sabía qué había pasado. Algunos decían que se había ido voluntariamente, que tenía otra familia. Pero su madre siempre respondió con firmeza:
— Si no volvió, es porque algo le impidió hacerlo.

Esa certeza se convirtió en el motor de Iván. Mientras crecía, dedicaba horas a buscar pistas sobre su padre. Navegaba por bases de datos, foros y archivos de desaparecidos. Se convirtió en un experto en encontrar información, pero nunca logró dar con él. A pesar de los años, nunca perdió la esperanza.

Cuando consiguió su primer trabajo estable, Iván decidió que era hora de devolverle algo a su madre. Con sus ahorros, le compró una casita de campo, un lugar donde ella pudiera descansar y dedicarse a lo que amaba: cuidar su jardín.
— Desde hoy, mamá, descansas tú — le dijo, entregándole las llaves.

Ella lloró de felicidad, y él la abrazó, prometiéndole que algún día encontraría a su padre.

Una noche, mientras trabajaba en un proyecto extra configurando sistemas inteligentes en casas, recibió un encargo especial. Era una familia acomodada en un barrio residencial fuera de la ciudad. Iván llegó puntual y fue recibido por una joven elegante, quien lo llevó al estudio donde debía trabajar.

La casa era impresionante, llena de arte y libros. Mientras configuraba la computadora, algo llamó su atención: una foto colgada en la pared. Era una imagen de una pareja joven, sonriente. La mujer llevaba un vestido blanco y flores en el cabello, mientras el hombre vestía un traje gris. Iván sintió un escalofrío.

Se acercó a la foto, y su corazón se detuvo. Los ojos grises del hombre, su sonrisa, el pequeño hoyuelo en su labio… Era su padre. No podía equivocarse.

— Disculpe… ¿quién es esta persona en la foto? — preguntó Iván, tratando de mantener la calma.

La joven lo miró con curiosidad.
— Es mi padre. ¿Por qué lo pregunta?

Iván sintió que el mundo se derrumbaba y reconstruía al mismo tiempo. Después de tantos años, había encontrado a su padre, pero ¿qué significaba eso? ¿Tenía otra familia? ¿Había olvidado a su madre y a él?

— ¿Está aquí? — preguntó, con la voz temblorosa.

— No, está de viaje. Pero vuelve mañana.

Iván salió de la casa con el corazón acelerado. No podía esperar. Al día siguiente, regresó temprano y esperó en la entrada. Cuando finalmente vio un auto detenerse frente a la casa y a un hombre bajar, su corazón casi se detuvo. Era él.

Iván se acercó lentamente, y el hombre lo miró con sorpresa.
— ¿Iván? — dijo, como si no pudiera creer lo que veía.

— Papá… — susurró Iván, y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro.

El hombre lo abrazó con fuerza, como si no quisiera soltarlo nunca.
— Perdóname… — dijo, con la voz quebrada. — Nunca quise irme.

En ese momento, todas las preguntas de Iván se desvanecieron. No importaba por qué su padre había desaparecido, ni qué había pasado durante esos años. Lo único que importaba era que estaba allí, abrazándolo, y que finalmente podían ser una familia otra vez.

Iván llevó a su padre a casa de su madre. Cuando ella lo vio, dejó caer la regadera que tenía en las manos y corrió hacia él. Se abrazaron como si el tiempo nunca hubiera pasado.

Esa noche, mientras cenaban juntos, Iván miró a su madre y a su padre, y supo que, aunque la vida había sido dura, la esperanza siempre había valido la pena