El regreso de Emily

El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas que rodeaban el pequeño pueblo de San Miguel de Allende. La brisa fresca llevaba el aroma a copal y flores de cempasúchil, recordatorio del Día de los Muertos que se acercaba, una fecha sagrada donde las almas de los seres queridos regresan a convivir con los vivos.

Alejandro apretó la foto enmarcada que tenía en la mesa del comedor. Era la imagen de Emily, su esposa, que había desaparecido hace dos años en circunstancias misteriosas. Desde entonces, su hijo Liam y él vivían en un silencio marcado por la ausencia y el dolor.

Pero aquella tarde, todo cambió.

“Papá, hoy vi a mamá en la escuela,” dijo Liam, con sus ojos grandes y brillantes, mientras colgaba su mochila y se acercaba a la cocina.

Alejandro casi dejó caer el jugo que sostenía. “¿Qué dijiste, mi amor?”

“Me dijo que no volviera a casa contigo… pero que volvería pronto a buscarme,” susurró el niño con la inocencia que sólo un niño de siete años podía tener.

El corazón de Alejandro se detuvo un instante. ¿Cómo podía ser posible? ¿Emily estaba viva?

Esa noche, mientras Liam dormía, Alejandro revisó los papeles olvidados en el armario: documentos del accidente, fotos borrosas, un informe policial sin autopsia concluyente, sólo un cadáver quemado que supuestamente era Emily.

Al día siguiente, condujo hasta la escuela, decidido a descubrir la verdad. Se escondió detrás de la verja y esperó.

Y la vio. Allí estaba, un fantasma vestido con un abrigo azul, su cabello recogido, su sonrisa intacta. Pero antes de que Alejandro pudiera acercarse, desapareció entre la multitud.

Liam lo llevó a un jardín escondido, un rincón del mundo donde la tierra olía a tierra mojada y a flores de noche.

“Me dijo que no confiara en el señor Ellis,” dijo Liam con miedo.

El director de la escuela, un hombre que Alejandro había considerado siempre respetable.

Esa noche, Alejandro prendió una vela de copal en el altar de muertos que habían preparado en casa. Entre fotografías, calaveritas de azúcar y pan de muerto, susurró un pedido a los espíritus: “Por favor, muéstrame la verdad.”

Los días siguientes trajeron una mezcla de señales y susurros. Alejandro descubrió que el señor Ellis había estado involucrado en negocios turbios, incluso relacionado con desapariciones de mujeres jóvenes en la región.

Con la ayuda de Doña Carmen, la vecina sabia y conocedora de rituales ancestrales, Alejandro preparó un ritual para llamar a los espíritus y pedir guía. El altar se llenó de velas, flores naranjas, papel picado y fotografías de Emily.

Durante la ceremonia, una figura apareció en la penumbra. Era Emily, pálida pero serena.

“No temas, Alejandro,” dijo con voz suave. “No estoy muerta, pero atrapada entre este mundo y el otro por culpa del señor Ellis.”

Con lágrimas, Alejandro prometió rescatarla.

Con pruebas en mano, enfrentó al director, quien fue detenido por la policía local. Se descubrió que había ocultado a Emily en una casa secreta, donde la mantenía cautiva.

Finalmente, Emily volvió a casa. La familia se reunió bajo el altar de muertos, agradeciendo a los espíritus que habían permitido un milagro.

Liam corrió a abrazar a su madre, y Alejandro sintió que la luz volvía a su hogar.

En San Miguel, las tradiciones no sólo honran a los muertos, sino que también protegen a los vivos, recordándonos que el amor puede vencer incluso a la oscuridad más profunda.