el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo

Desde hace años, México ha sido epicentro de una guerra sangrienta contra el narcotráfico, dejando miles de muertos cada año. Pero existe otra guerra, menos visible y aún más cruel: la que se libra contra quienes se atreven a informar. Los periodistas, quienes se internan en los territorios más oscuros de la mafia y la corrupción, pagan el precio más alto.

El caso emblemático: Javier Valdez, voz valiente de Sinaloa

En mayo de 2017, Javier Valdez Cárdenas fue asesinado por 12 disparos frente a la redacción de Ríodoce, la revista que cofundó en Culiacán. Valdez llevaba décadas informando sobre el narcotráfico, desde los sicarios hasta los niños atrapados en la violencia. En su última gran investigación, narró cómo hijos de El Chapo y Dámaso López luchaban por el control tras la captura del jefe. El reportero decidió publicar fuentes que vinculaban a capos de alto nivel con el poder político —y lo pagó con su vida.

Una estadística alarmante

Durante la última década, México ha sido catalogado como el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo fuera de zonas de guerra. Entre enero y julio de 2025, se registraron nueve asesinatos de periodistas, casi dos cada mes según Reporteros Sin Fronteras. La mayoría trabajaba en medios locales y cubría temas tabú: crimen organizado, corrupción o desapariciones. Incluso, en 2025 ya suman al menos tres muertes solo en el estado de Guanajuato, un récord trágico.

Impunidad como norma dominante

La impunidad es la sombra que persigue cada muerte. Solo entre el 1% y 5% de los crímenes contra periodistas se resuelven con condena. El Mecanismo de Protección a Periodistas, creado en 2012 para darles chalecos antibalas o alteración de residencia, ha mostrado graves fallas: lento, burocrático y muchas veces no protege. Ocho periodistas han sido asesinados incluso mientras estaban protegidos por ese sistema.

Más voces caídas: Miroslava Breach y otros…

Otro nombre icónico fue el de Miroslava Breach, cronista de Chihuahua asesinada en 2017 frente a sus hijos, por revelar nexos entre narcotráfico y políticos. Aunque su muerte derivó en la condena de algunos responsables, los autores intelectuales permanecen libres. Asociaciones de periodistas siguen investigando su asesinato por cuenta propia, como el Colectivo 23 de Marzo.

Contexto nacional: violencia estructural

Desde el auge de la Guerra contra el Narco en 2006, los asesinatos han escalado. En 2018, México registró más de 33 000 homicidios —un repunte del 33% respecto al año previo—, marcando el entorno violento donde operan los medios.

¿Y qué dice el gobierno?

El Presidente López Obrador ha utilizado sus conferencias diarias para tildar a periodistas críticos de “enemigos”. Paralelamente, la Fiscalía especializada (FEADLE) ha judicializado muy pocos casos: de miles de agresiones, solo unas decenas han tenido sentencia. Politizados, muchos medios dependen de anuncios oficiales. Esto engendra autocensura: si no sigues la agenda gubernamental o de cárteles, tu periódico puede perder recursos.

Voces que siguen luchando

Pese al peligro constante, el periodismo de investigación resiste. El trabajo de Ríodoce inspiró a generaciones. El caso de Miroslava y la publicación de Reporteros Sin Fronteras han impulsado movilización social. Se han conformado colectivos independientes, se hacen vigilias por justicia, se colocan memoriales… La sociedad exige que las muertes no queden en el olvido.

Epílogo de esperanza

México tiene la prensa más amenazada fuera de Siria o Afganistán. Pero si la impunidad cede, si el sistema efectivamente protege a quienes informa, el silencio impuesto se romperá. Si cada muerte causa indignación y cada atentado activa solidaridad, quizá entonces estas plumas cobren vida en la memoria colectiva.

Mientras tanto, el periodismo verdadero no ha muerto. Late en quienes, como Valdez o Breach, dijeron la verdad y pagaron con valentía. Que su legado siembre justicia, aunque sea gota a gota