Por qué nunca se debe besar a una persona fallecida… Más detalles en el primer comentario

En México, las tradiciones y creencias alrededor de la muerte están cargadas de respeto, pero también de ciertos mitos que, aunque poco hablados, son bastante difundidos. Uno de los más curiosos y a la vez inquietantes es la recomendación tajante que muchas familias reciben: nunca besar a una persona fallecida. ¿Por qué? La respuesta va más allá del simple respeto y tiene raíces tanto culturales como científicas.

El fenómeno suele suceder durante los funerales o en el momento en que los familiares se despiden por última vez del ser querido que acaba de partir. El acto de dar un beso es un gesto de amor, de despedida y, para muchos, una manera de conectar por última vez. Sin embargo, expertos en salud y tanatología advierten que hacerlo puede implicar riesgos inesperados.

El riesgo invisible

Una de las principales razones médicas es la posible presencia de bacterias y virus que, aunque el cuerpo ya no esté vivo, pueden seguir activos o ser liberados al abrir la boca del fallecido. Cuando una persona muere, el cuerpo comienza un proceso natural de descomposición que implica la liberación de gases y fluidos. Este proceso puede liberar patógenos que, en algunos casos, son peligrosos para los vivos, especialmente si la persona que besa tiene un sistema inmunológico debilitado.

Además, en casos donde la muerte se produjo por enfermedades infecciosas —como tuberculosis, influenza, o ciertas infecciones virales— el contacto directo con la boca del cadáver puede facilitar la transmisión de agentes patógenos.

Un mito con raíces culturales

Pero esta advertencia no es solo médica. En muchas comunidades mexicanas, existe una creencia tradicional sobre el “mal de la muerte” o “la enfermedad del alma”, que se contrae cuando alguien besa a un cadáver. Según estas creencias, la persona que realiza este acto podría quedar marcada por mala suerte, enfermedad o incluso la pérdida de la salud física y mental.

Estas ideas nacen del profundo respeto y miedo hacia la muerte, que en la cultura mexicana se manifiesta en rituales como el Día de Muertos, donde se honra a los difuntos con altares, ofrendas y rezos, pero siempre manteniendo un límite entre la vida y la muerte.

Testimonios que sorprenden

María, una enfermera de la Ciudad de México, recuerda un caso que le contó un colega: “Una vez, una mujer besó a su esposo recién fallecido. Horas después, ella empezó a sentirse muy mal, con fiebre alta y dolor de garganta. Resultó que había contraído una infección grave. Desde entonces, todos en mi familia saben que es mejor evitar ese tipo de contacto directo”.

Por su parte, Don José, un curandero tradicional en un pequeño pueblo de Oaxaca, señala: “El alma del muerto aún anda cerca, pero está en transición. Si alguien besa su cuerpo, puede atraer energía negativa o enfermedad. Por eso, aconsejamos sólo tocar con respeto y no acercar la boca”.

¿Qué hacer entonces?

En la actualidad, con los avances en el conocimiento de la salud y las prácticas funerarias, las funerarias suelen preparar el cuerpo para que los familiares puedan despedirse sin riesgos. Esto incluye la limpieza, desinfección y embalsamamiento, que aseguran que el contacto sea lo más seguro posible. Aun así, muchos expertos recomiendan que las despedidas se hagan con un simple roce de mano o una caricia en el rostro, evitando el contacto bucal.

La despedida de un ser querido es un momento muy íntimo y doloroso. Es normal querer expresar amor y afecto de todas las formas posibles. Sin embargo, es importante cuidar la salud y respetar las señales que el cuerpo y la cultura nos muestran para que esa despedida sea lo más segura y pacífica posible.

Conclusión

Besar a una persona fallecida, aunque pueda parecer un gesto de amor, puede traer consecuencias físicas y espirituales. Tanto la ciencia como la tradición coinciden en que es mejor evitarlo para proteger a los vivos y honrar a los muertos. Así, el último adiós puede ser a la vez un acto de amor y de respeto.