El misterio del turista perdido en Carolina del Norte: Restos hallados en un nido de garza a 12 metros de altura
Los huesos humanos no deberían encontrarse a doce metros de altura, entrelazados con ramas y barro en la estructura de un nido de aves. No pertenecen al cielo. Sin embargo, su presencia allí es la prueba de una cadena de sucesos tan improbable como trágica.
Esta historia no inicia en la cima de un árbol, sino en las tranquilas y oscuras aguas de un bosque nacional, donde una decisión tomada en un momento de furia puso en marcha un mecanismo que la naturaleza completó de la manera más inesperada. Un nido de garza se convirtió en sarcófago y dejó un rastro que, meses después, unos ornitólogos descubrirían por accidente. Así fue como la desaparición de un hombre se transformó en uno de los misterios criminales más extraños de Carolina del Norte, con un río, árboles y aves como testigos silenciosos y guardianes del secreto de un crimen violento.
El 28 de febrero de 2011, los servicios de emergencia del condado de Craven, Carolina del Norte, recibieron el reporte de una persona desaparecida. David Scott Howell, de 29 años y residente de Newport, había desaparecido. Según los informes iniciales, se perdió mientras practicaba kayak en el lago Catfish, ubicado en el Bosque Nacional Croatan. El reporte fue presentado por su acompañante, quien relató a las autoridades que ambos kayaks se habían volcado y, tras llegar a la orilla, no pudo encontrar a Howell.
Este suceso marcó el inicio de una operación de búsqueda y rescate a gran escala, que en los días y semanas siguientes no arrojó resultados. La investigación, inicialmente considerada un accidente, llegó a un callejón sin salida, dejando solo preguntas sin respuesta y un kayak abandonado en la orilla. Esta historia pudo haber quedado como una más entre tantas tragedias sin resolver en la naturaleza, si no fuera por un hallazgo fortuito ocho meses después, a doce metros sobre el suelo, que convertiría el caso del turista desaparecido en una investigación por homicidio.
David Scott Howell era originario de Carolina del Norte y vivía en Newport con su madre y padrastro. Quienes lo conocían lo describían como amante de las actividades al aire libre: senderismo, pesca, kayak; conocía bien los ríos y bosques locales. Al momento de su desaparición, no tenía un empleo fijo, pero aceptaba trabajos de construcción ocasionales. No tenía antecedentes legales ni enemigos conocidos.
Su acompañante aquel día era Christopher Davis McCutchen, amigo de varios años y también aficionado a la vida silvestre. Ambos vivían en la zona y compartían el gusto por la naturaleza.
El lunes 28 de febrero de 2011, acordaron salir juntos a remar en el lago Catfish. El propósito era recreativo, sin planes de caminatas largas ni de pasar la noche. El Bosque Nacional Croatan abarca más de 60,000 acres de pinos, pantanos y lagos. Catfish Lake, uno de los mayores del bosque, está rodeado de cipreses y vegetación pantanosa, lo que dificulta el acceso en ciertas áreas.
Aquella mañana, el clima era fresco y nublado, con una temperatura de unos 10°C y viento moderado. El agua del lago era mucho más fría, lo que hacía peligrosa cualquier exposición prolongada por riesgo de hipotermia.
Howell y McCutchen llegaron al embarcadero en Pine Cliff, a la orilla del lago, temprano en la tarde. Tenían dos kayaks individuales: uno azul de Howell y otro, presumiblemente rojo o naranja. Ambos llevaban remos, pero los informes iniciales son inconsistentes sobre si llevaban chalecos salvavidas. McCutchen afirmó después que sí, aunque no los usaron correctamente.
El último contacto confirmado con Howell fue a las 9:30 de la mañana, cuando llamó brevemente a su madre para informarle sus planes de ir al lago con Christopher. No mostró preocupación ni mencionó conflictos con su amigo. Tras la llamada, ambos lanzaron sus kayaks y se adentraron en el lago. No hubo testigos que pudieran precisar la hora exacta de salida o la dirección que tomaron.
En el vasto y desolado lago, rodeados por el bosque denso, solo ellos sabían lo que sucedió después. Lo que ocurrió en esas horas solo lo conocía Christopher McCutchen, cuya versión sería la base del reporte inicial de la desaparición.
Pero desde el principio, su relato presentaba inconsistencias que pronto llamarían la atención de los investigadores.
Las primeras horas tras el lanzamiento de los kayaks no fueron documentadas por testigos. Sus movimientos en el lago permanecieron desconocidos, salvo por el testimonio de McCutchen. El siguiente evento oficial ocurrió ya por la tarde, cuando cerca de las 7:00 pm, McCutchen contactó a servicios de emergencia. Reportó que él y Howell habían sufrido un accidente en el agua; él estaba en tierra, pero su amigo había desaparecido.
Oficiales del sheriff del condado de Craven y de la Comisión de Recursos de Vida Silvestre acudieron al embarcadero de Pine Cliff, donde encontraron a McCutchen solo, mojado, exhausto y deprimido. Su kayak estaba cerca; el de Howell no aparecía. McCutchen dio su primera declaración oficial en el lugar. Según él, ambos pasaron horas navegando y, alrededor de las 2:30 pm, en el centro del lago, el clima empeoró repentinamente. El viento fuerte levantó olas y, según McCutchen, una ráfaga volcó primero el kayak de Howell y luego el suyo. Ambos terminaron en el agua fría.
McCutchen relató haber visto a Howell intentando mantenerse a flote junto a su kayak azul volcado. Él mismo logró alcanzar su embarcación y, usándola como apoyo, nadó hacia la orilla más cercana. Dijo haber gritado a Howell, pero pronto lo perdió de vista por el viento y las olas. Además, la distancia entre ambos era considerable. Consultado por el retraso de varias horas en llamar a emergencias, McCutchen explicó que estaba desorientado y exhausto, y que al llegar a la orilla, en estado de shock y con hipotermia, vagó por el bosque durante horas antes de encontrar el estacionamiento y poder llamar.
Con este testimonio, se lanzó una operación de búsqueda y rescate. El tiempo era crítico por la baja temperatura del agua y la hora avanzada. Al caer la noche, embarcaciones con potentes reflectores y sonar rastrearon el fondo del lago en la zona indicada por McCutchen. Equipos en tierra peinaron la orilla, esperando hallar a Howell si había logrado salir.
Desde el aire, un helicóptero de la Guardia Costera equipado con cámara térmica buscaba fuentes de calor en la oscuridad. Sin embargo, la primera noche de búsqueda no arrojó resultados; no se encontró rastro de Howell ni en el agua ni en tierra.
Al amanecer del 1 de marzo, la búsqueda se reanudó con mayor intensidad. Se sumaron equipos de buzos, pero las condiciones eran difíciles: el agua oscura y turbia limitaba la visibilidad, y el fondo cubierto de lodo y árboles sumergidos complicaba el trabajo. Al mediodía, una de las embarcaciones halló la única pista significativa: el kayak azul de Howell, semisumergido y atascado entre juncos, en un remanso en el lado opuesto del lago, a casi dos kilómetros del embarcadero. Un remo flotaba cerca. El kayak no presentaba daños visibles ni señales de colisión o pelea. No había pertenencias personales salvo las sujetas al kayak.
El hallazgo confirmaba el vuelco, pero la ubicación no coincidía con el relato de McCutchen. La búsqueda continuó varios días, revisando el lago y la orilla metro a metro, pero el cuerpo de Howell nunca fue encontrado. Siete días después, el 7 de marzo, se dio por terminada la fase activa de la búsqueda. Las autoridades declararon que se habían agotado todas las medidas razonables.
El caso pasó de ser una búsqueda de desaparecido en el agua a una investigación de persona desaparecida. La esperanza de encontrarlo con vida prácticamente desapareció.
Ahora la investigación se centraba en el único testigo, cuya versión despertaba más dudas que respuestas. Los detectives comenzaron a verificar cada elemento de su historia, comparando sus palabras con datos objetivos y evidencia física. Se realizaron interrogatorios más profundos en la oficina de investigación.
Uno de los puntos clave fue el retraso de casi cinco horas entre el supuesto accidente (2:30 pm) y la llamada al 911 (7:00 pm). La explicación de McCutchen sobre desorientación y hipotermia no convenció: los investigadores, conocedores del terreno, determinaron que desde cualquier punto de la orilla, incluso a paso lento y desorientado, un experto como McCutchen podría haber llegado a un camino o referencia conocida en menos de cuatro horas y media. Además, el examen médico realizado esa noche no mostró signos graves de hipotermia, contrarios a su relato.
Otra discrepancia fue la geografía de los hechos: el lugar donde apareció el kayak azul no concordaba con la versión de McCutchen. Expertos analizaron datos de viento y corrientes del lago Catfish para ese día y concluyeron que el desplazamiento del kayak desde el punto indicado por McCutchen hasta el remanso donde se halló era extremadamente improbable. Lo más probable era que el kayak hubiera sido movido por otros medios.
Los investigadores examinaron minuciosamente el kayak, el remo, pertenencias y el auto de McCutchen en busca de sangre, daños o señales de pelea, pero no hallaron pruebas directas. Solo quedaba analizar los testimonios y buscar un posible motivo.
Fue en la búsqueda de un motivo donde surgió nueva información inquietante. Entrevistas con amigos y familiares de Howell revelaron que, pese a la aparente amistad, existían tensiones entre ambos en las semanas previas al incidente. Algunos mencionaron una deuda que McCutchen debía a Howell; otros, una disputa personal por una mujer. En todo caso, la relación no era libre de problemas, lo que aportaba el primer motivo plausible para un crimen violento.
La excursión en kayak podía haber sido la oportunidad para resolver el conflicto en un lugar apartado. Sin embargo, pese al sospechoso, las inconsistencias y el posible motivo, la investigación llegó a un punto muerto: faltaba el cuerpo de Howell. Sin él, era casi imposible probar el homicidio en corte.
McCutchen dejó de colaborar y mantuvo su versión original. La primavera dio paso al verano de 2011. El caso de Howell quedó abierto, pero sin investigación activa. Se convirtió en un caso frío, y McCutchen permaneció libre bajo sospecha no comprobada.
Parecía que el misterio del lago Catfish quedaría sin resolver. Ocho meses después de la desaparición, el verano dio paso al otoño. Para la familia Howell, era un periodo de incertidumbre y falta de información. Para los investigadores, el caso era solo un montón de papeles con un sospechoso evidente, pero sin pruebas para acusarlo.
La respuesta, sin embargo, no vino del lago ni de una confesión. Llegó del aire, de un lugar tan inesperado que ninguna teoría lo había considerado.
El 12 de octubre de 2011, un grupo de biólogos contratados por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU. realizaba un monitoreo rutinario de colonias de garza azul en cipreses altos del bosque nacional Croatan. Trabajaban a varios kilómetros al sureste de Catfish Lake. Uno de los ornitólogos, usando binoculares, observó un nido a unos doce metros de altura en un ciprés enorme. Era viejo, grande, usado por aves durante varias temporadas.
El investigador notó un objeto extraño, cuyo color y textura no coincidían con los materiales habituales de los nidos. Al mirar más de cerca, identificó una zapatilla deportiva, parte de la cual sobresalía del costado del nido, entrelazada en la estructura. Era un hallazgo inexplicable.
Al seguir examinando el nido, el biólogo vio otros elementos ajenos: fragmentos de tela desgastada y objetos que parecían huesos por su forma y color. Comprendiendo la posible importancia, el líder del equipo contactó por radio a la oficina del bosque nacional, que avisó a la oficina del sheriff de Craven.
La noticia era insólita: presuntos restos humanos encontrados en un nido de garza a gran altura. Un equipo de investigación y forenses llegó al lugar. Recuperar los restos fue técnicamente complicado por el terreno pantanoso y la altura. Se requirió un equipo especializado con equipo de escalada. La operación fue lenta y meticulosa; la zona se acordonó como escena del crimen. Cada objeto fue retirado con extremo cuidado, fotografiado y embalado individualmente.
El rescatista que subió al nido confirmó que dentro, entrelazados en la estructura, había fragmentos de un esqueleto humano, esparcidos y parcialmente rotos por la actividad de las aves y la descomposición. Además de la zapatilla, se hallaron restos de tela vaquera y varios huesos, incluyendo parte de un cráneo. La operación tomó varias horas; los restos y objetos fueron enviados al laboratorio forense estatal para análisis e identificación.
Los investigadores del caso Howell fueron notificados. En el laboratorio, los antropólogos confirmaron que los huesos eran de un hombre adulto. La zapatilla encontrada coincidía en marca, modelo y talla con las que Howell llevaba el día de su desaparición. La confirmación final llegó tras comparar radiografías dentales: los restos pertenecían a David Scott Howell.
La pregunta de si estaba vivo o muerto quedó resuelta, pero surgió otra aún más extraña: ¿cómo terminó su cuerpo en la cima de un árbol, a kilómetros de donde desapareció?
La identificación de los restos fue un punto de inflexión. La información clave vino del laboratorio forense. Al examinar los fragmentos del cráneo, los expertos hallaron varias fracturas lineales incompatibles con ahogamiento, impacto contra objetos sumergidos o daño post mortem por animales. El análisis reveló que las fracturas ocurrieron en vida, por golpes contundentes con un objeto alargado y relativamente estrecho, como un remo de kayak.
La conclusión forense fue inequívoca: David Scott Howell murió por golpes en la cabeza, no por accidente acuático.
Con esta evidencia, los investigadores reconstruyeron los hechos del 28 de febrero de 2011, muy distintos a la versión de McCutchen. Según la nueva teoría, mientras remaban en Catfish Lake, el conflicto entre ambos se agravó y, en un lugar apartado, la discusión se volvió violenta. McCutchen, usando el remo, golpeó a Howell en la cabeza, matándolo rápidamente. Luego, necesitó deshacerse del cuerpo y encubrir el crimen. Arrojó el cuerpo al agua, probablemente en uno de los canales que desembocan en el lago, para que la corriente lo llevara a una zona pantanosa. Después, simuló el accidente, volcó el kayak de Howell y lo empujó lejos para aparentar un accidente simultáneo. El retraso de horas en llamar a emergencias se debió al tiempo que tomó ocultar pruebas y fabricar su historia.
Una última pregunta quedaba: ¿cómo llegó el cuerpo a la cima del árbol? Los expertos en hidrología y ecosistemas estudiaron datos meteorológicos y de inundaciones en la primavera de 2011. Descubrieron que, poco después de la desaparición, lluvias intensas provocaron grandes inundaciones, elevando el nivel del agua varios metros. La corriente arrastró el cuerpo de Howell hasta quedar atrapado entre las ramas de un viejo ciprés. Cuando el agua bajó, los restos quedaron suspendidos a doce metros de altura. Meses después, una colonia de garza azul regresó a su nido habitual y, ignorando los restos humanos, construyó un nuevo nido encima, entrelazando ropa y huesos en la estructura.
El 3 de noviembre de 2011, con la causa de muerte y la teoría del crimen claras, la oficina del sheriff arrestó a Christopher Davis McCutchen, acusado de homicidio en segundo grado. En el juicio de 2014, la fiscalía presentó todas las pruebas: las mentiras iniciales de McCutchen, el motivo, la conclusión forense de muerte violenta y el testimonio experto sobre la increíble cadena de eventos naturales que llevó al hallazgo del cuerpo. La defensa no pudo refutar la evidencia. Al final, el jurado declaró culpable a McCutchen del asesinato de David Scott Howell. El tribunal lo sentenció a 25 años de prisión.
Así terminó una historia en la que un brutal crimen humano fue resuelto gracias a una coincidencia fortuita y a los procesos de la naturaleza. El asesino ocultó a su víctima en el agua, pero el río y la inundación la elevaron al cielo, donde las aves, sin saberlo, conservaron la evidencia en su nido hasta que la mirada de un ornitólogo descubrió lo que ni rescatistas ni buzos pudieron encontrar.
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