¡Escándalo! La China demanda a Yanina Latorre por daños morales y sacude el espectáculo
La China Suárez vs. Yanina Latorre: El juicio por daño moral que sacude al espectáculo
La China Suárez decidió ponerle un alto a la situación y llevó a Yanina Latorre a los tribunales, acusándola de haberla destrozado públicamente con audios y chats filtrados que no solo la dejaron mal ante la opinión pública, sino que también salpicaron a sus hijos. Esta vez, el asunto no era una simple pelea mediática: se abrió una causa por daño moral en el Juzgado Número 25, ubicado en la calle Lavalle 121, sexto piso, en pleno corazón judicial. Desde muy temprano, los reporteros de espectáculos aguardaban expectantes en los pasillos, esperando ver desfilar abogados, testigos y protagonistas de este escándalo, pero lo único que apareció fue el eco de sus propios pasos. Ni el abogado de la China, Agustín Rodríguez, que estaba de viaje en Turquía, ni la doctora Alba Marco, ni la mismísima Yanina asomaron la nariz por el tribunal.
La cita era a las 9:15 de la mañana, pero pasaron las 10 y seguían todos ausentes, como si alguien les hubiera dado el día libre. Entre los testigos supuestamente convocados figuraban nombres conocidos como Fernanda Iglesias, quien salió a aclarar que jamás fue notificada. “Si me citaban iba, declaraba y decía la verdad, pero nunca me hablaron del tema. Me enteré por la tele que aparecía como testigo de la China. O sea, puro bolonqui y cero formalidad”, explicó Fernanda ante las cámaras, sorprendida de verse involucrada en la lista sin previo aviso.
El trasfondo de esta batalla legal se remonta a la época del famoso Wanda Gate, cuando la novela entre Wanda Nara, Mauro Icardi y la China Suárez era el tema favorito de los programas de chismes. Según fuentes del medio, la mismísima Wanda Nara habría sido quien le filtraba información a Yanina Latorre, quien luego la explotaba en el programa de Ángel de Brito. Así funcionaba el circuito: una pasaba la información, la otra la soltaba al aire y la tercera quedaba en el centro del escándalo.
Fernanda Iglesias fue tajante: “Yo iba a decir la verdad, no me interesaba favorecer ni perjudicar a nadie. Entiendo que la China se sintiera atacada y si cree que se cruzó un límite, está bien que lo lleve a la justicia. Pero también entiendo a Yanina: si le llegaba información, la iba a contar porque de eso vive”. Un delicado equilibrio que solo quienes mastican chismes pueden sostener: reconocer la bronca de una y la lógica de la otra.
Mientras tanto, Yanina Latorre ni se asomó por el tribunal. En lugar de comparecer, subió historias a Instagram mostrando que arrancaba el día con su peinadora, completamente relajada, como si viviera en otra dimensión. Todo un mensaje: “Yo no pienso pisar Lavalle ni por casualidad”. Para colmo, otros testigos que aparecían en la lista, como Po, también negaron haber recibido citación alguna. Y si además trabajan con Yanina, cuesta creer que no hayan hablado del tema. Así es el chusmerío: todos se hacen los distraídos y después explotan al aire.
La lista de testigos tenía un condimento especial: Wanda Nara. Sí, la misma Wanda que en su momento fue clave por pasarle información a Yanina, podría ser llamada a declarar. Nadie olvida la última vez que Wanda fue a un tribunal y terminó entrando al edificio equivocado, sumando un toque tragicómico a este sainete. El resultado, hasta ahora, es que nadie dio la cara en tribunales. Ni testigos, ni protagonistas. Los citados se enteraron por los portales, los abogados estaban de viaje o desaparecidos y el juicio que prometía ser el escándalo mediático del año arrancó con más agujeros que un queso suizo.
Eso sí, hay algo en lo que todos coinciden: si la China se sintió hostigada, tiene derecho a defenderse. Y si Yanina recibió información, era lógico que la divulgara, porque ese es su trabajo. El choque de egos y micrófonos queda ahora en manos de la justicia, que tendrá la difícil tarea de decidir si lo que pasó fue simple trabajo periodístico o una campaña de hostigamiento personal.
En medio de todo este circo, los periodistas de espectáculos siguen con su show desde la banqueta, opinando sobre la nada y sacando brillo al conventillo. Porque si algo está claro en este país, es que cuando no hay fútbol, los juicios mediáticos se convierten en el deporte nacional.
La historia comenzó con la China Suárez diciendo “basta”. Se cansó de que Yanina Latorre la atacara en televisión mostrando chats y audios, y decidió demandarla por daño moral. El argumento de la China es claro: no solo la ensuciaron a ella, sino que la ola mediática terminó involucrando a sus hijos, y eso ya era demasiado.
El juicio está radicado en el Juzgado Número 25, en la calle Lavalle 121, sexto piso. Allí debían presentarse abogados, Yanina y varios testigos que prometían ser figuras del conventillo, pero la realidad fue otra: el tribunal parecía más vacío que un bar un lunes por la mañana. El abogado de la China, Agustín Rodríguez, ni siquiera estaba en el país; el hombre se fue a Turquía justo cuando arrancaba la audiencia. La doctora Alba Marco tampoco apareció y Yanina, en vez de presentarse, subió una historia a Instagram mostrando que comenzaba su jornada laboral con su peinadora. Una señal clarísima: tribunales, ni en sueños.
Entre los testigos figuraban nombres conocidos. Fernanda Iglesias, por ejemplo, reiteró que jamás fue citada y que se enteró por los medios que estaba en la lista. “Si me llamaban, iba y decía la verdad, pero nunca me hablaron del tema. Me enteré por la tele que aparecía como testigo de la China. Puro bolonqui y cero formalidad”.
El recuerdo del Wanda Gate sigue fresco. En esa época, cuando la novela de Wanda, Icardi y la China era furor, se decía que Wanda Nara le pasaba información a Yanina, quien después la soltaba en el programa de Ángel de Brito. Una le pasaba la data, la otra la ventilaba y la tercera quedaba en el ojo del huracán.
Fernanda fue clara: “Yo iba a decir la verdad. No me interesaba favorecer ni perjudicar a nadie. Entiendo que la China se sintiera hostigada y si cree que se cruzó un límite, está bien que lo lleve a la justicia. Pero también entiendo a Yanina: si le llegaba información, la iba a contar, porque de eso vive. Es un equilibrio que solo quienes viven de los chismes pueden sostener: reconocer la bronca de una y la lógica de la otra”.
Mientras tanto, Yanina ni se acercó a tribunales. Subió historias a Instagram mostrando que comenzaba el día con su peinadora. Una señal clarísima: tribunales, ni en sueños. En resumen, lo que pintaba para ser un escándalo judicial arrancó como un sketch de Capusotto: nadie aparece, nadie declara, todos dicen que no sabían nada y la causa queda colgando de un hilo.
Aquí, dos verdades incómodas flotan en el aire. La primera: Yanina vive de meter el dedo en la llaga, y cuando le llega información jugosa, no va a guardársela. Su negocio es ventilarlo todo. La segunda: la China, aunque tenga todo el derecho a sentirse hostigada, también juega en este terreno de los medios y la exposición. El problema es que cuando la cosa toca a la familia, ya no es parte del show, sino un golpe bajo. Y ahí sí, está perfecto que la justicia ponga un límite.
Pero ojo, si los testigos no se presentan, si los abogados desaparecen y Yanina se dedica más a Instagram que a dar explicaciones, esto puede terminar siendo un juicio fantasma: mucho ruido y pocas nueces. Mientras tanto, los programas de chismes siguen rascando de donde no hay, porque aunque sea humo, saben que la gente se engancha igual.
¿Tú qué opinas? ¿La China está exagerando o Yanina se pasó de la raya? Déjanos tu comentario y suscríbete, porque aquí el conventillo nunca descansa y siempre hay más escándalos por contar.
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