Francisca Lachapel toma acción legal tras ataques de su ex empleada
Ya basta. Hoy es el momento de hablar, soy yo, Francisca La Chapel, y lo hago con toda la rabia y la indignación que llevo en el corazón. Estoy harta de callar, de aguantar y de soportar mentiras que jamás dije ni hice. Quiero que todo el mundo escuche mi verdad, que nadie la cuente por mí, que se sepa de mi propia voz: voy a demandar a mi exempleada. Sí, la voy a llevar a los tribunales porque no voy a permitir que siga jugando con mi nombre, con mi dignidad y con mi vida. Ya no aguanto más y hoy se acabó el silencio.
Durante meses he sido víctima de ataques crueles e injustos. Esa persona que trabajó a mi lado, a quien le abrí las puertas de mi hogar, que compartió momentos con mi familia, que conoció mi vida desde dentro, decidió pagarme de la peor manera posible: hablando mal de mí, inventando historias que jamás existieron y difundiendo rumores con el único propósito de destruirme. Y yo me pregunto, ¿qué clase de ser humano puede hacer tanto daño con tanta frialdad? No es justo, no lo es. No merezco que mi nombre se manche con falsedades.
He trabajado duro desde mis raíces humildes, con esfuerzo, sacrificio y lágrimas. He luchado por cada logro, por cada oportunidad que la vida me ha dado. Y ahora resulta que, por los comentarios venenosos de alguien en quien confié, mi vida se ve envuelta en problemas que jamás busqué. Quiero que el público lo entienda bien. Esto no es una simple discusión entre dos personas. Esto es difamación. Es una campaña de mentiras que me ha puesto en situaciones dolorosas, que me ha hecho enfrentar críticas, miradas y comentarios que no me corresponden.
Lo digo con toda la fuerza de mi voz: no me voy a quedar de brazos cruzados. Abriré un juicio y la enfrentaré en la corte. Me duele profundamente, sí, pero más me duele quedarme callada como si no pasara nada. No soy una mujer débil, no soy alguien que se deja pisotear. Soy Francisca La Chapel y tengo el derecho de defenderme, y lo haré con toda la determinación que me caracteriza.
Lo que más me indigna es la traición. Porque cuando confías en alguien que entra a tu casa, que convive contigo, piensas que al menos habrá gratitud, respeto, un mínimo de lealtad. Pero no, en su boca solo hubo maldad. Palabras llenas de veneno, inventando situaciones falsas, pintándome como alguien que no soy. Y por culpa de esas declaraciones, mi nombre se vio arrastrado por problemas que jamás debí enfrentar.
Recibí llamadas, mensajes, miradas de sorpresa, personas que me preguntaban si lo que se decía de mí era cierto. ¿Se dan cuenta del daño que eso causa? No solo a mí, también a mi familia, a mi esposo, a mi hijo, a la gente que me quiere. Una mentira repetida puede destruir reputaciones y eso es lo que ella intentó: acabar con mi imagen, con mi carrera y con mi paz. Pero aquí estoy firme, levantando la voz. No soy víctima, soy una mujer valiente y por eso he tomado la decisión. Voy a demandarla por difamación.
No lo hago por venganza, lo hago porque tengo que defender lo que he construido con tanto sacrificio. Si dejo pasar esto, sería como aceptar que cualquiera puede inventar lo que quiera y ensuciar mi vida sin consecuencias. Y no, yo no soy esa clase de persona que se queda callada. Hoy quiero mirarlos a los ojos, a todos los que me siguen y me apoyan, y decirles: “Estoy cansada de los ataques, estoy harta de las mentiras. Voy a los tribunales porque creo en la justicia, porque creo que la verdad siempre sale a la luz y porque no voy a permitir que me sigan difamando.” Se acabó el abuso, se acabó el silencio. Ahora hablarán los jueces y ahí demostraré quién dice la verdad.
Quiero que quede claro. Nadie tiene derecho a inventar historias sobre otra persona, a destruir su imagen por rencor, por envidia o por cualquier motivo. Lo que esa mujer hizo no tiene justificación. Ella sabía lo que hacía, sabía el daño que me causaba y aún así lo hizo. Y ahora deberá responder por sus actos ante la justicia. Me siento herida, sí, porque la traición duele más cuando viene de alguien cercano. Pero también me siento fortalecida porque cada golpe me hace más fuerte y más decidida a defender lo que soy. No permitiré que esta situación me robe mi paz, mi alegría ni mis sueños.
A partir de hoy quiero que el mundo lo escuche claro. Francisca La Chapel demandará a su exempleada por difamación. Voy a abrir un juicio, voy a presentar pruebas y voy a luchar hasta el final porque la verdad está de mi lado y porque mi nombre, mi reputación y mi dignidad valen mucho más que cualquier mentira. Esta no es solo mi lucha, es la lucha de muchas mujeres y hombres que han sido atacados injustamente, que han sido víctimas de la difamación. Hoy me levanto no solo por mí, sino también por todos ellos. Y quiero que sepan que no están solos, que se puede pelear, que se puede defender la verdad. Yo lo estoy haciendo y lo haré hasta que se haga justicia.
Así que aquí lo declaro con cólera, con furia, con la fuerza de quien ya no aguanta más. Sí, la voy a demandar. Y que todo el mundo sepa que la verdad siempre triunfa, aunque a veces tarde en llegar. Porque yo soy Francisca La Chapel y nadie, absolutamente nadie, me va a quitar la dignidad que con tanto esfuerzo he construido.
Desde que estalló esta situación con mi exempleada, pareciera que todos tienen derecho a opinar sobre mi vida. Personas que ni siquiera me conocen, que jamás han caminado en mis zapatos, se sienten con la libertad de juzgarme, de atacarme y de repetirme en la cara que son completamente falsas. ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanta necesidad de querer verme destruida? Yo me levanto todos los días con la frente en alto, sabiendo que he trabajado duro, que he luchado para llegar hasta donde estoy y que nunca le he hecho daño a nadie. Pero parece que para algunas personas eso no es suficiente. Prefieren enfocarse en inventar historias, en señalar con el dedo y en juzgar como si fueran santos perfectos.
Déjenme decirlo fuerte: no todos somos perfectos. Yo tampoco lo soy. Tengo errores, tengo defectos como cualquier ser humano. Pero una cosa es reconocer mis imperfecciones, y otra muy distinta es aceptar que alguien invente cosas horribles sobre mí para hacerme ver como una persona que no soy. Eso no lo voy a tolerar.
Lo más doloroso de todo esto es ver cómo las mentiras de esa exempleada se convirtieron en carne para los que viven del chisme, en munición para los que buscan destruir. Y lo peor es que esas palabras falsas se esparcieron tan rápido que hoy tengo que cargar consecuencias que jamás debí enfrentar. ¿Es justo que por las invenciones de alguien yo tenga que dar explicaciones? ¿Es justo que mi familia tenga que escuchar barbaridades sobre mí que nunca existieron? La gente muchas veces olvida que detrás de una figura pública hay un ser humano con sentimientos, con una vida real, con una familia que también sufre. No soy de hierro. No soy una máquina que soporta todo sin quebrarse. Soy mujer, soy madre, soy hija, soy esposa y duele. Claro que duele cuando ves tu nombre arrastrado en la basura por gente que no sabe ni la mitad de lo que realmente pasa en tu vida.
Me pongo a la defensiva porque tengo derecho a defenderme, porque estoy cansada de quedarme callada mientras otros construyen una imagen falsa de mí. No voy a permitir que se siga hablando como si yo fuera culpable de algo que nunca hice. Y sí, estoy enojada porque no merezco esto. No me importa si a algunos les molesta que hable con firmeza. Es mi vida la que está en juego. Es mi dignidad la que está en juego y nadie tiene derecho a quitármela.
La gente cree que por ser figura pública tengo que aguantarlo todo, que si me insultan, si me inventan cosas, si me atacan, yo debería sonreír y seguir adelante como si nada. Pero no, tener una carrera en televisión no me hace menos humana. No me da superpoderes para soportar el dolor, ni me quita el derecho de defenderme.
Hoy quiero hablarle también a esas personas que disfrutan atacando desde lejos. ¿Qué ganan con eso? ¿Qué ganan inventando, señalando, juzgando, sin conocer la verdad? No saben cuánto daño pueden causar con una sola palabra. No saben cómo un comentario falso puede destrozar la tranquilidad de una familia, cómo puede sembrar dudas en las personas que uno más quiere.
Lo repito: no soy perfecta, pero tampoco soy la persona horrible que han intentado pintar. No merezco ser crucificada por mentiras que nacieron de la boca de alguien resentida. Esa exempleada, en lugar de irse con respeto, decidió inventar, decidió hablar mal de mí y manchar mi nombre. Y eso me está costando caro porque ahora tengo que enfrentar juicios sociales, juicios en las redes, juicios en cada mirada de sospecha que me lanzan.
Pero aquí estoy firme, con la frente en alto y con todas las fuerzas de mi corazón lo digo: no voy a permitir que me sigan atacando. No voy a permitir que me destruyan. Estoy lista para defenderme y si tengo que hacerlo frente a un juez, lo haré sin miedo. Porque tengo la verdad de mi lado, porque sé lo que soy y porque nadie tiene derecho a quitarme la paz con sus mentiras.
La gente que me ataca debería mirar primero su propia vida, sus propios errores, antes de atreverse a señalar los míos. Porque si algo he aprendido es que quienes más juzgan son quienes más ocultan. Y si creen que me voy a quedar callada mientras mi reputación se mancha, están muy equivocados.
Quiero que este capítulo sirva para que todos entiendan algo: la difamación no es un juego, no es un chisme cualquiera. Es un veneno que destruye poco a poco y que deja heridas profundas. Yo no pedí estar en esta situación, yo no la provoqué. Pero sí la voy a enfrentar y voy a luchar hasta el final para que se sepa la verdad. Por eso me defiendo, porque es mi derecho, porque no soy la mujer que quieren pintar, porque no soy culpable de lo que me acusan y porque ya estoy cansada de quedarme callada.
Me atacan como si fuera un monstruo y no lo soy. Soy una mujer que lucha, que cae, que se equivoca, pero que también se levanta con más fuerza. Y a todos esos que creen que pueden seguir jugando con mi nombre, les digo desde ahora: se acabó. No más ataques, no más mentiras. Esta vez yo levanto la voz. Francisca La Chapel no se va a esconder, no se va a doblar y no se va a rendir. Porque aunque el mundo entero hable mal de mí, yo sé quién soy. Sé lo que valgo y sé que la verdad siempre tendrá más poder que cualquier mentira.
Durante semanas he tenido que soportar la vergüenza pública de escuchar y leer cosas falsas sobre mí. Todo por las palabras malintencionadas de alguien que no tuvo reparo en inventar historias, en manchar mi imagen y en hacerme ver como una persona que no soy. Esa mujer que trabajó en mi casa, que conoció mi entorno, que tuvo mi confianza, decidió pagarme con traición y difamación. Y no, no puedo quedarme callada. No voy a fingir que no pasa nada, porque sí pasa y pasa mucho. Cada mentira que salió de su boca se convirtió en un problema para mí. Me señalaron, me cuestionaron, me atacaron sin piedad. Y yo me pregunto, ¿qué clase de justicia existe si alguien puede inventar algo y no tener consecuencias?
Yo creo en la justicia, por eso voy a demandar. No lo hago por gusto ni por venganza. Lo hago porque sé lo que valgo, porque sé lo que soy y porque no voy a dejar que se siga destruyendo lo que tanto me costó construir. Esta no es una pelea de palabras, es una batalla legal. Y ahí, frente a un juez, ella tendrá que probar cada una de sus mentiras, porque hablar es fácil, pero demostrarlo en un tribunal es otra historia.
Quiero que todos lo sepan. Estoy lista. Estoy lista para ir a la corte, para presentar pruebas, para mostrar que mi verdad es más fuerte que cualquier invento. Estoy cansada de cargar con el peso de difamaciones que no tienen ni un gramo de verdad. Y si tengo que pasar por un juicio para limpiar mi nombre, lo haré con la frente en alto.
Lo más doloroso es ver cómo esa exempleada me usó. Sí, me usó. Aprovechó la confianza que le di para después atacarme desde adentro como si todo lo que compartimos no significara nada. Y lo peor es que sus palabras no se quedaron en cuatro paredes, se hicieron públicas y ahora yo soy la que tiene que dar explicaciones por algo que jamás hice. Basta ya. Yo no voy a seguir cargando culpas ajenas. No voy a permitir que sigan burlándose de mí, repitiendo mentiras que nacieron de la boca de una persona resentida. Por eso la demando, porque cuando alguien intenta destruir tu vida, no puedes quedarte de brazos cruzados. Hay que actuar y eso es exactamente lo que estoy haciendo.
Quiero que quede claro, no estoy jugando, no estoy diciendo esto por decirlo. Ya inicié los trámites, ya hablé con mis abogados y esto va en serio. No se trata solo de mi imagen pública, se trata de mi vida, de mi familia, de mi paz mental. No es justo que tenga que explicar cosas falsas a mi hijo, a mi esposo, a mis padres, cuando lo único que deberían ver en mí es el fruto de mi trabajo, no el veneno de un chisme.
La decisión de demandar no fue fácil porque sé lo que implica. Sé que habrá más comentarios. Sé que habrá quienes intenten girar esto en mi contra, pero prefiero enfrentar un juicio que quedarme con los brazos cruzados mientras mi reputación se sigue hundiendo por mentiras. Yo me defiendo porque me respeto, porque no voy a dejar que nadie, absolutamente nadie, borre con palabras llenas de odio lo que construí con esfuerzo.
Ella me quiso ver hundida, me quiso ver destruida, pero no lo logró. Al contrario, me hizo más fuerte, me hizo abrir los ojos y me hizo entender que la verdad, tarde o temprano, siempre vence. Estoy indignada, estoy furiosa y con razón, porque sé que todo lo que ella dijo fue con malicia, con intención de lastimar. Y yo no me voy a quedar de brazos cruzados. No es justo que por ser figura pública me quieran tratar como si no tuviera derecho a defenderme. Sí tengo derecho y lo voy a ejercer.
A partir de ahora esto deja de ser un simple escándalo de boca en boca. Ahora será un caso legal y ahí, en esa sala de tribunales, será ella quien tenga que responder, no yo. Será ella la que tenga que enfrentar las consecuencias de sus actos, porque la difamación tiene un precio y esta vez ella lo pagará.
Hoy lo digo con toda la fuerza de mi corazón. Yo, Francisca La Chapel, demando a mi exempleada por difamación. Abro un juicio en su contra y lo haré llegar hasta las últimas consecuencias, porque mi nombre, mi dignidad y mi familia no se tocan. Y aunque me cueste lágrimas, dinero y tiempo, lucharé hasta el final para que se haga justicia.
A todos los que han repetido mentiras sin saber la verdad, les digo algo: piensen antes de hablar. Piensen en el daño que causan, porque cuando difunden rumores no solo atacan a la persona señalada, también hieren a quienes la rodean. Y en mi caso han lastimado a mi familia que no tiene por qué cargar con este peso.
Este juicio no es solo por mí, es por todas las personas que han sido víctimas de falsos comentarios, por todos los que han sido difamados y no tuvieron cómo defenderse. Yo sí tengo una voz, yo sí tengo los medios para hacerlo y no dudaré en utilizarlos, porque quiero que se entienda que nadie tiene derecho a destruir la vida de otros sin consecuencias.
Esta es mi verdad y la defenderé en cada palabra, en cada audiencia, en cada documento legal que se presente. Porque mi vida no está a la venta, mi dignidad no está en juego y mi carrera no se manchará por la envidia ni por la traición de nadie. Así que lo repito una vez más para que quede claro: la voy a demandar y no descansaré hasta que se haga justicia.
La gente cree que porque aparezco en televisión o porque soy figura pública tengo que aceptar cualquier cosa como si no tuviera sentimientos, como si no me doliera. Pero yo soy ser humano como todos. Soy mujer, soy madre, soy hija y me hieren las mentiras. Me duele cuando veo mi nombre manchado. Me duele cuando tengo que explicarle a mi familia que todo lo que se dice no es verdad. Y lo digo con firmeza: no es justo. No es justo que mi vida personal se convierta en un circo. No es justo que por las palabras de una exempleada resentida yo me vea envuelta en problemas que no busqué. No es justo que todos hablen de mí como si me conocieran cuando lo único que conocen son chismes vacíos.
Hoy quiero mandarle un mensaje claro al mundo: dejen de atacar a la gente como si fueran perfectos. Nadie lo es. Todos tenemos defectos, todos tenemos errores. Yo no soy perfecta y nunca lo he pretendido ser, pero una cosa es reconocer mis fallas y otra es permitir que se inventen cosas para destruirme. Eso no lo voy a tolerar más.
Lo más doloroso de esta situación es que la traición vino de alguien a quien yo le di confianza, una persona que estuvo en mi casa, que conoció mis momentos más íntimos, que tuvo la oportunidad de ganarse mi respeto y sin embargo, eligió hablar mal de mí, inventar historias falsas y dañinas, y gracias a esas palabras mi nombre se arrastró por lugares donde nunca debió estar. Pero aquí estoy con más fuerza que nunca, mirando de frente y diciendo la verdad. Yo no me voy a rendir. Yo no me voy a dejar destruir. He tomado la decisión de demandar y lo llevaré hasta las últimas consecuencias, porque la difamación tiene un precio y la justicia será la que hable por mí.
A todos los que han dudado de mí, a todos los que repiten mentiras sin saber, les digo algo: investiguen, busquen la verdad antes de juzgar, porque hablar es fácil, pero el daño que causan con cada palabra puede ser irreversible. No soy la villana que quieren pintar. No soy el monstruo que inventaron. Soy una mujer que ha trabajado con dignidad, que ha levantado su carrera con esfuerzo y que jamás le ha hecho daño a nadie para llegar hasta aquí.
No me avergüenza defenderme. Al contrario, me enorgullece tener la valentía de dar la cara, de decir la verdad y de enfrentar a quien intentó dañarme. Porque mi dignidad vale más que cualquier mentira. Porque mi familia merece ver que no me quedé callada y porque mi hijo merece crecer sabiendo que su madre no se dejó pisotear.
Este mensaje es también para todos los que alguna vez se han sentido atacados, difamados o señalados injustamente. No se queden callados. Defiéndanse. Nadie tiene derecho a inventar sobre ustedes ni a destrozar su nombre. Si yo puedo alzar la voz, ustedes también pueden hacerlo. La verdad siempre termina ganando, aunque tarde en salir. Yo no busqué esta guerra, pero la voy a enfrentar. Y si tengo que ir a los tribunales, lo haré sin miedo. Porque sé quién soy, sé lo que valgo y sé que la justicia me dará la razón.
Esta demanda no es solo un proceso legal, es un mensaje al mundo de que nadie puede difamar sin consecuencias. Así que lo declaro con toda la fuerza que tengo. Se acabaron los ataques, se acabó el silencio, se acabó el abuso. Yo, Francisca La Chapel, no me voy a dejar vencer. Voy a pelear, voy a demandar y voy a demostrar que la verdad está de mi lado.
Y ahora quiero dirigirme a todos ustedes, los que me han escuchado, los que han estado aquí, los que saben lo difícil que ha sido esta batalla. Gracias por acompañarme, gracias por apoyarme y gracias por entender que detrás de un rostro público hay un ser humano que también siente y que también se defiende.
Estas fueron las palabras de su presentadora Francisca La Chapel. No se olviden de seguir apoyando este canal porque aquí siempre van a encontrar la verdad, lo más impactante y lo que otros no se atreven a decir. Esto es LZ Documental y los invito a que activen la campanita, le den like, se suscriban, compartan y comenten, porque su apoyo es mi fuerza y juntos seguiremos descubriendo la verdad detrás de cada historia.
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